Historia de dos ciudades

Historia de dos ciudades

En pocas palabras

Cuando piensas en la Revolución francesa, se te vienen a la mente varias imágenes. María Antonieta. La Bastilla. La guillotina. Historia de dos ciudades.

Sí, por extraño que parezca, Charles Dickens, que dedicó la mayor parte de su carrera literaria a describir las hazañas de los más desfavorecidos de Londres, también escribió una novela que pasó a formar parte del imaginario popular como sinónimo de la Revolución francesa. Es rarísimo, pero cierto.

Lo que ocurre aquí es lo siguiente: "Por favor, señor, ¿puede darme más pan?" "¡¿Pan?! ¡Que coman pasteles!"

Junto con la Historia de la Revolución francesa de Thomas Carlyle, la novela de Charles Dickens ha influido en la forma en que muchas generaciones de lectores interpretan uno de los acontecimientos más importantes de la historia moderna. Charles Darnay y Sydney Carton no aparecerán en los libros de historia, pero se encuentran enraizados en nuestra memoria cultural como figuras clave de la Revolución francesa. Por lo visto, la buena ficción puede ser tan influyente como la realidad.

Escrita en 1859, Historia de dos ciudades fue publicada por entregas semanales en el periódico del mismísimo Dickens, All the Year Round. Su éxito no se hizo esperar. Las familias la leían a la luz de la lumbre; la muchedumbre esperaba ansiosa la salida de la siguiente edición. Como no podía ser de otra manera, el hecho de que Dickens fuera uno de los escritores y editores más destacados de Inglaterra en aquel momento influyó en los resultados de ventas.

Dado que tiene una trama un poco más simple que muchas otras novelas de Dickens, Historia de dos ciudades es una de sus obras más estudiadas en la actualidad. Lo más probable es que la estés analizando en clase por primera vez (o quizá sea ya la segunda, o la trigésimo tercera).

Lo que nos gusta tanto de esta novela a los de Shmoop es que representa un testimonio imperecedero de la grandeza de Dickens y una crítica punzante de lo peor de la naturaleza humana. Dickens intentó que la Revolución francesa viviera en el corazón y la mente de sus lectores, y créenos que le salió muy bien.

¿Y a mí qué?

Las guerras y revoluciones se quedan grabadas en la conciencia colectiva de una forma extraña. Y no es solo que nos fascine lo que ocurrió en estos acontecimientos, sino que también nos fascina su peso metafórico.

Tomemos como ejemplo la Segunda Guerra Mundial. Solemos considerarla tanto un suceso histórico como una expresión suprema de la lucha entre los buenos y los malos. Nuestra interpretación de la Segunda Guerra Mundial significa que todavía existen superhéroes de la época, como el Capitán América, y nos da la pauta de por qué (hasta el día de hoy) los cineastas que quieren un villano fácil de odiar piensan: "¡Ya sé! ¡Caractericemos al malo como si fuera nazi!"

Puede que para nosotros se haya perdido en la neblina del tiempo, pero la Revolución francesa le resonaba en la cabeza a Charles Dickens con la misma fuerza que la Segunda Guerra Mundial nos resuena a nosotros. La única diferencia es que si bien esta última es recordada como un combate entre los buenos y los malos, la Revolución francesa estuvo plagada de matices: un pueblo oprimido que libró una lucha justa, ganó y se volvió bastante perverso él mismo.

Dickens escribió Historia de dos ciudades sesenta años después del final del conflicto, y créenos, no se trata nomás de un libro sobre la Revolución francesa. El autor también explora emociones y reacciones humanas que no corresponden a ningún suceso histórico en particular.

Según escribió Dickens:

"Forjad otra vez la humanidad con semejantes martillos, y se torcerá bajo vuestros golpes y creará los mismos monstruos; sembrad nuevamente el privilegio rapaz y la opresión tiránica, y podéis estar seguros de que recogeréis los mismos frutos." (3.15.1)

En otras palabras, el sufrimiento humano no es únicamente un problema francés del siglo XVIII.A través de la pobreza y la injusticia que pone de manifiesto, Historia de dos ciudades explora las condiciones que persistirán siempre que sigan prosperando la violencia y la desigualdad.

Si bien Historia de dos ciudades es fundamentalmente una crítica social, también busca indagar en los límites de la justicia humana. ¿Qué es en realidad la justicia? ¿Significa matar a los asesinos de tus familiares? ¿Encarcelar a los que tengan algo que ver con ellos? ¿Cuándo empieza la justicia a convertirse en… injusticia?

Estas preguntas son complejas y siguen teniendo relevancia en la actualidad. Pregúntate si puedes imaginarte un país en el que se encierre a gente inocente por sus ideales políticos: ¿Sudáfrica? ¿La Alemania nazi?

O piensa en el encarcelamiento de estadounidenses de ascendencia japonesa en la década de 1940, tan solo porque se parecían a los tipos contra los que luchaba Estados Unidos en el extranjero. Cuanto más reflexionamos sobre el tema, más nos da la impresión de que la privación ilegal de la libertad del doctor Manette o de Charles Darnay es un hecho con el que lidiamos también en el mundo real.

Frase Clave

"Lucía era el hilo de oro que le unía a un pasado, anterior a sus miserias y a un presente, posterior a sus desgracias. La dulce música de su voz y la alegría que reflejaba su dulce rostro o el contacto de su mano, ejercían casi siempre una influencia beneficiosa sobre él." (2.4.3)