Bayardo San Román

Bayardo San Román

El hombre perfecto

Bayardo San Román es perfecto; demasiado perfecto.

Es un hombre guapo y todas las mujeres del pueblo quieren algo con él. Es ingeniero ferroviario, sabe más sobre los telegramas que un telégrafo, sabe más de medicina que un doctor, es buen bebedor, va a la iglesia y nada mejor que el mejor nadador del pueblo. Y eso no es todo: también es asquerosamente rico.

No sé tú, pero nosotros percibimos algo raro. Este tipo es sospechoso. Nadie puede ser tan perfecto, ¿no?

El tío rico

El primer defecto de la máscara de Bayardo proviene de su dependencia al dinero. Para él, el dinero es la respuesta para todo.

Bayardo San Román, por su parte, debió casarse con la ilusión de comprar la felicidad con el peso descomunal de su poder y su fortuna, pues cuanto más aumentaban los planes de la fiesta, más ideas de delirio se le ocurrían para hacerla más grande. (2.29)

Todos sabemos que el dinero no compra la felicidad, ¿cómo es que él no lo entendió? Además, ¿cuál es el problema que quiere solucionar con dinero? Le compró su esposa a la familia y ahora está intentando asegurar un matrimonio feliz con dinero, pero estamos casi seguros de que no va a funcionar.

Y esto empeora. Resulta que Bayardo no sólo usa el dinero para intentar ser y sentirse feliz, tampoco parece molestarle usarlo para hacer que otros se sientan infelices. Utiliza sus ilimitados recursos para obligar a que el pobre y viejo viudo Xius abandone su hogar.

Cinco minutos después, en efecto, volvió al Club Social con las alforjas enchapadas de plata, y puso sobre la mesa diez gavillas de billetes de a mil todavía con las bandas impresas del Banco del Estado. El viudo de Xius murió dos años después. "Se murió de eso —decía el doctor Dionisio Iguarán— estaba más sano que nosotros, pero cuando uno lo auscultaba se le sentían borboritar las lágrimas dentro del corazón". (2.37)

¿Leíste eso? Xius murió por la codicia de Bayardo. Si todo esto no es suficiente para convencerte de que este hombre perfecto no es tan perfecto, no habrá nada que lo logre.

Más de lo que se ve

Desde el momento en que llega al pueblo, Bayardo San Román es como un Transformer. No, no es un auto que se transforma en un robot gigante, aunque García Márquez habría sido capaz de escribir eso y hasta es probable que hubiera disfrutado mucho de darle a la historia ese giro argumental. Queremos decir que aparenta ser una cosa, pero en realidad es otra. El problema es que no sabemos cuál es su verdadero yo.

La mamá del narrador dice que le hace recordar al diablo, otra persona piensa que es gay y el narrador está seguro de que es un hombre muy serio y triste. Pero ¿cuál es el verdadero? ¿Es alguna de estas cosas?

Cuando observamos al personaje de Bayardo San Román, lo único que surge son preguntas. ¿Por qué vino al pueblo? ¿Por qué eligió a Ángela? ¿Qué ocurrió cuando descubrió que Ángela no era virgen? ¿Por qué se emborrachó tanto que se desmayó después de la boda? No sabemos las respuestas a ninguna de esas preguntas. Es el personaje más misterioso, más que ningún otro, y es por eso que no confiamos en él.

Por cierto, nadie parece saber nada sobre él, ni siquiera el narrador.

La única vez que traté de hablar con él, veintitrés años más tarde, me recibió con una cierta agresividad, y se negó a aportar el dato más ínfimo que permitiera clarificar un poco su participación en el drama. En todo caso, ni siquiera sus padres sabían de él mucho más que nosotros, ni tenían la menor idea de qué vino a hacer en un pueblo extraviado sin otro propósito aparente que el de casarse con una mujer que no había visto nunca. (4.25)

Ni siquiera su familia sabe lo que le ocurre. ¿Qué es lo que oculta y mantiene bajo siete llaves? Sabemos que debe ser algo enorme... aunque nunca lo sabremos.