Dibujar retratos
Este es el momento en el que Jane Eyre (y la misma Jane Eyre) se vuelve un poco meta.
Jane dibuja cuatro retratos cruciales en el transcurso de la novela: uno de ella, otro de cómo ella imagina a Blanche Ingram, uno de Rochester y otro de Rosamond Oliver.
Los primeros dos los pinta al mismo tiempo para poder compararlos y recordarse cuán vacía y patética es. El de Rochester lo dibuja prácticamente inconscientemente mientras va de regreso a Gateshead cuidando de la agonizante sra. Reed. (Después de todo, si no tienes una foto de tu amorcito en el teléfono, entonces pintar su retrato es lo mejor que puedes hacer.)
Ella dibuja el retrato de Rosamond Oliver para hacer que st. John admita tener sentimientos por esa mujer. La habilidad de Jane de captar el parecido de ella misma y de aquellos a su alrededor nos recuerda de su talento para la descripción narrativa y los análisis profundos de la gente que conoce.
Puede que en el argumento de la novela, Jane esté haciendo retratos reales, pero en el texto de la novela, ella también crea estos retratos, pero más activamente. La habilidad artística de Jane nos recuerda de su habilidad para narrar historias y de los cuidadosos detalles en éstas … tal vez un talento que a veces resulta un tanto astuto y un poco confuso.