Elizabeth Bennet

Elizabeth Bennet

Quizá Elizabeth Bennet no sea idéntica a Frodo Bolsón de El Señor de los Anillos, pero también ella está en la búsqueda de un anillo. El matrimonio es la clave de la felicidad -o al menos eso es lo que, básicamente, todos dicen. Como segunda hija de un caballero de provincia que no puede traspasar sus bienes a una niña, Elizabeth se arriesga a ser pobre si no encuentra un esposo que la pueda mantener. Aun así, Elizabeth ve y oye, y tomando en cuenta la experiencia de su propio hogar (ejemplo A: La Sra. Bennet) que el matrimonio también puede ser un pasaje sin retorno a la infelicidad. Es un problema si lo hace, y un problema si no lo hace. Bajo estas circunstancias, ¿qué debe hacer? 

El trabajo de crecer

¿Sabes por qué este libro es tan divertido? Bueno, aparte del hecho de que Austen divierte como nadie, es porque ninguno de los personajes crece completamente. Leemos que las lecciones son aprendidas y las personalidades se van desarrollando a estados de mayor madurez. Por ejemplo, nuestra amiga Elizabeth. 

Cuando la conocemos, se nos presenta como una chica fabulosa, dogmática y directa, llena de emociones ingeniosas y fuertes. Sí, nos gusta (es la heroína, tiene que gustarnos) pero, tan pronto como comienza a interactuar con el mundo que la rodea, vemos que estas excelentes cualidades también pueden considerarse como fallas. 

Rechazar al Sr. Collin nos puede parecer una tontería, pero al hacerlo, Elizabeth coloca su propio juicio por encima de las presiones sociales, y eso no era fácil de hacer en la época de Austen. De todas formas, eso no es suficiente para decir que Elizabeth siempre acertaba al seguir su intuición. Aliarse con Wickham en contra del Sr. Darcy es, quizá, el ejemplo más claro de su, digamos, prejuicio. La falencia mayor de Elizabeth es creer que conoce a la gente (Wickham simpático, Darcy imbécil) basada en la primera impresión que ambos le dejaron. 

¿Es importante tener un punto de vista firme? Bueno, la mayoría del tiempo sí (le sirve a Elizabeth para no casarse con el Sr. Collins por la insistencia de su madre, por ejemplo). Pero Elizabeth se da cuenta de que hay una fina línea entre ser independiente y ser demasiado rígida. No escuchar a Charlotte cuando dice que Jane no está haciendo demasiado para casarse con Mr. Bingley, casi termina con el casamiento de Jane. 

¿Debemos sentir las cosas tan profundamente? En muchas formas sí, después de todo, parte de lo que hace a Elizabeth tan atractiva es lo mucho que ama a su hermana Jane y el asco que siente por el Sr. Collins. Aun así, estar constantemente diciendo lo mucho que odia a Darcy, le explota en la cara cuando su madre peca de imprudente ante Darcy y los Gardiner y se guarda información vital que pudo haber dañado completamente la relación. Pero a fin de cuentas, se vive y se aprende. Vemos que Elizabeth aprendió la lección en una de las últimas escenas de la novela, y es cuando se da cuenta de que, aun cuando pudo haberse burlado de su querido Darcy, a él no le agrada que se burlen de él, y entonces ella prefiere no decir nada. 

¿Lujuria, dinero o amor? 

Ok, ahora alejémonos un poco para verlo todo mejor. Cuando lees una novela, obviamente es importante pensar en los personajes y en sus personalidades, y tratar de ver lo parecido que son a las personas de verdad. Sin embargo, hay otra forma de ver para qué son los distintos personajes en una novela, y esto es dejar de pensar en ellos como si fueran personas y comenzar a verlos como bloques de un edificio ¿en qué ayudan estos personajes a la estructura de la novela? ¿Por qué la autora escribe de ellos de la forma en que lo hace y los obliga a comportarse de cierta manera? 

Bueno, un par de pistas acerca de la función estructural de Elizabeth. ¿Te diste cuenta de cuántos matrimonios hay en Orgullo y Prejuicio? Como un tetra trillón. La mayoría son terribles. Elizabeth tiene un dilema. Buscar trabajo y mantenerse ella misma, no era una opción para una chica decente a principios del siglo XIX en Inglaterra. Aunque Elizabeth hubiera preferido ser mesera antes que casarse con el Sr. Collins, las únicas opciones que tiene son la marcha nupcial o vestir santos (la misma Jane Austen, por cierto, jamás se casó, se quedó para vestir santos). Por otra parte, Austen escribe en un momento en el que surgen nuevas ideas acerca del matrimonio, y el amor, y el encontrar el alma gemela (en vez de pensar solo en la seguridad financiera) son ideas que cada día cobraban más fuerza. Los matrimonios tradicionales, prácticos y sin amor, estaban comenzando a ser vistos como una forma extraña de traficar con gente. 

A través de Elizabeth, la novela explora lo que una mujer debe hacer para encontrar pareja. ¿Debería simplemente casarse por dinero? Básicamente, hay dos oportunidades para hacerlo: la primera es con el Sr. Collins, la segunda con el Sr. Darcy (la primera vez que se lo propone). ¿Debería buscarse un tipo que esté bueno? Esa oportunidad se llama Wickham. ¿Debería esperar al amor? 

Elizabeth resuelve su propio lío, y en contraposición vemos otros tipos de matrimonios. Tenemos a Charlotte con el Sr. Collins, como el matrimonio por conveniencia. Tenemos a Lydia con Wickham y al Sr. y la Sra. Bennet, como cortos matrimonios basados en la lujuria. ¿Matrimonios por amor? Bueno, quizás Jane y Bingley. Cada tipo de relación tiene muchos riesgos, y el amor verdadero, tiene, por mucho, la mayor probabilidad de no llegar jamás. A través de Elizabeth navegamos por estas confusas aguas, aunque quizá hagamos un poco de trampa al final, ya que Darcy tiene dinero, se ve bien y la ama. Al final, nos imaginamos que Elizabeth no querría lanzar su anillo al Monte del Destino.