Phoebe, el carrusel y el anillo dorado del premio
Por lo que vemos, hay un solo lugar en toda la novela donde Holden asegura estar verdaderamente feliz. Tan feliz, de hecho, que está a punto de “berrear”. Y ese momento es al final de su narración, en el capítulo 25, cuando sale a la lluvia y ve a Phoebe dar vueltas y vueltas en el carrusel. Simplemente se veía hermosa, dice, en su abrigo azul, dando vueltas y vueltas. Pero hay más en este sentimiento de júbilo que una niña en un carrusel. Dos cosas acaban de pasar: 1) Holden decidió, después de todo, que no va a salir corriendo, 2) Phoebe le pone la gorra en su cabeza, cosa que ya dijimos es un gesto amable y cariñoso, y 3) quizá, solo quizá, Holden se ha dado cuenta de que crecer no es lo peor del mundo.
Claro, el número 3 puede ser tema de debate. Más que todo hablamos de Phoebe intentando tocar el anillo dorado del premio en el carrusel, y Holden pensando que “la cosa con los niños es que si quieren agarrar el anillo dorado, tienes que dejarlos que lo agarren sin decirle nada. Si se caen, se cayeron, pero no está bien que les digas algo.”
El anillo dorado es algo que ya no está en los carruseles. La cosa era que tenías que alcanzar el anillo dorado cuando pasabas montado en tu caballo. Generalmente, si lo agarrabas, te daban una vuelta gratis. Cuando Holden concluye que simplemente hay que dejar a los niños que lo alcancen, aunque puede que se lastimen, tal vez esté admitiendo (y probablemente no se dé cuenta) que crecer es un hecho necesario, para Phoebe y para él; no puedes evitar que los niños crezcan, así que es mejor aceptarlo y ya. O quizá simplemente estaba hablando del anillo dorado sin más.