Sydney Carton
Sydney Carton es un hueso duro de roer. Tiene 25 años y es brillante: hace que uno de los hombres más tontos de Londres, el Sr. Stryver, sea uno de los abogados más prominentes de su tiempo. También es un tipo apuesto, al menos es lo que nos dicen. Verás, es idéntico a Charles Darnay, y Charles Darnay definitivamente es un tipo atractivo, lo que significa que Sydney no puede ser feo.
Entonces, con físico y cabeza, Sydney debería tener el mundo a sus pies ¿verdad? Pues, no exactamente. Carton perdió a sus padres a temprana edad, y pasa la mayor parte de su juventud haciéndole las tareas a sus compañeros de clases. De adulto, es la mente detrás de Stryver. Aunque suene raro, Sydney no es el típico flacucho al que le roban el dinero del almuerzo todos los días. Entonces ¿por qué se empeña en vivir la vida de los demás? Pues, buena pregunta. De hecho, es la pregunta que les ha hecho la vida de cuadritos a lectores , por siglos. Lo creas o no, nadie tiene una buena respuesta.
Sydney y su crisis existential
Quizás parte de la razón por la que Sydney es tan impenetrable es porque Dickens no nos da mucho con qué trabajar. Sydney es infeliz porque piensa que él debe ser infeliz. Es tan simple como eso.
El problema, claro está, es que Sydney parece demasiado inteligente para revolcarse en su propio masoquismo. Sin embargo, esto no parece molestarle demasiado a Dickens. Quizás Sydney esté allí como reflejo y retrospección (después de todo, pasa mucho tiempo de sus noches vagando por las calles de Londres), pero raramente dice nada que nos permita entender por qué se entrega al lado oscuro. No queremos decir que Sydney sea malo, pero es como si le gustara sufrir. Cuando explica su melancolía es demasiado críptico:
• “Soy como alguien que murió joven. Toda mi vida podría haber sido” (2.13.17)
• “Soy un desilusionado del trabajo. No me importa nadie en el mundo y a nadie le importo yo”(2.4.70)
• “No soy viejo, pero el camino de mi juventud va hacia la ancianidad. Basta de mi” (3.9.57)
Como nuestro narrador, Sydney tiende a pensar tomando todo en cuenta ¿Cuál es, en general, el propósito de la vida? Más específicamente, dado el estado deplorable de las cosas ¿cómo podría su vida tener algún sentido? En los raros momentos en los que explica sus propias acciones, lo hace con reflexiones filosóficas. No hay que decirlo, pero esos son el tipo de pensamientos que no atraen mucho a las chicas.
Eso nos lleva a nuestro siguiente punto:
Sydney enamorado
Quizás Sydney no sea el alma de la fiesta, pero puede ser extrañamente devoto de las cosas por las que se preocupa. Por ejemplo, Stryver. El tipo es un completo imbécil, pero por alguna razón, Sydney sigue con él.
El amor de Sydney por Lucie es un poco más fácil de entender. Después de todo, todos quieren a Lucie (¿no se llamaba así la serie de los 50?). Sydney se fija en ella cuando nadie lo ve, y de hecho fíjate que él es el primero que se da cuenta de que Lucie se desmaya en el juicio de Charles. El prestigio social que gana por salvar a Charles le permite visitar a los Manettes regularmente, pero no parece ir más allá de un enamoramiento típico del colegio con Lucie.
¿Te acuerdas cuando te gustaba esa chica o chico en en la escuela primaria? ¿Que te gustaba tanto que decidiste que no podías ser simpático y preferiste hablar mal de él o ella? Quizás hasta eras malo con él o ella cuando se encontraban. No es efectivo para nada, pero es entendible.
Bueno, así se manejaba Sydney cuando estaba con Lucie. A pesar de su incómoda (y hasta hostil) actitud, Lucie llega a jugar un papel importante en la vida imaginaria de Sydney. Dado a que Sydney vive en sus propios pensamientos la mayor parte del tiempo, quizá no sea tan horrible (ni tan extraño) que no quiera casarse con ella. La sola imagen de Lucie, hace que Sydney la compare con una diosa, y quizá sea esto todo lo que siempre quiso.
Sydney y Charles
Quizás Sydney se conforme con no tener nunca a Lucie, pero eso no significa que tenga que gustarle Charles; y la razón es que son demasiado parecidos. Ambos son inteligentes, y ambos son esencialmente buenos. Sin embargo, Charles parece tener todo lo bueno del mundo. A Sydney le tocó la parte complicada de la vida. Charles se casa con Lucie y viven felices en Soho. Sydney vaga por las calles al frente de la casa de Lucie todas las noches.
La comparación entre estos dos personajes es casi absurda ¿cómo es que dos personas con tanta similitud enfrentan dos realidades tan distintas? Es más, ¿por qué razón en el mundo Sydney daría su vida para salvar a Charles? ¿No era más lógico simplemente encargarse de Lucie después de la muerte de Charles? La aparente manía que le tenía Sydney a Charles hace su sacrificio aún más inimaginable.
Sydney y Cristo
El hombre se la pasa murmurando: “yo soy la resurrección y la vida; aquel que cree en mí, aunque haya muerto vivirá; y el que vive y cree en mí, no morirá jamás.” Así vaga Sydney en las noches por las calles de París antes de su muerte (3.9.89). Su letanía podría ser una forma que Dickens usa para mostrarle a los lectores que, después de todo, Sydney era un hombre de fe, pero también ha generado ciertas ideas en los críticos que comparan a Sydney con Cristo. El paralelismo no es demasiado difícil de encontrar. La referencia bíblica de Sydney alude a Jesús levantando a Lázaro de entre los muertos. Mmm… levantándolo de los muertos ¿te suena familiar? Más aún, como Cristo, Sydney sacrifica su vida por el bien de otro hombre.
Ok, no te vamos a fastidiar con tantas similitudes, ya entendiste la idea. Lo magnífico del asunto, es lo inesperado. Sydney no parece tener lo que se necesita para ser un héroe. Sydney, creo que ya lo dijimos, tiende a ver las cosas de forma apocalíptica. Quizás no puede actuar por sus propios intereses, pero, paradójicamente, está completamente dispuesto a sacrificar todo para que otro hombre viva.
Las últimas líneas de Sydney se vuelven una hermosa, indulgente e inalcanzable proclamación de esperanza para el futuro de la humanidad.
“Veo una bella ciudad y gente brillante resurgiendo de este abismo, y en sus luchas por ser verdaderamente libres, en sus triunfos y en sus derrotas, a través de largos años por venir, veo el mal de este tiempo y el de tiempos anteriores, del cual este es el natural advenimiento, haciendo una expiación gradual por sí mismo y acabando todo.” (3.15.46)
El tono pacífico y profético de las últimas palabras de Carton, lo hace uno de los personajes más memorables (e inescrutables) de Dickens. Casi nos preguntamos si Dickens lo hizo inescrutable a propósito. Resulta casi imposible descifrar a este personaje en la novela, y su sacrificio final no ayuda para nada.