Willy Loman

Probablemente estuviste buena parte de la obra queriendo ponerle un espejo en la cara de Willy Loman para que se viera realmente como es; e inclusive si hubieras podido, quizá no habría funcionado. Tiene mucho potencial, pero también tiene un severo caso de decepción propia unido con metas desorientadas. Willy fue vendedor toda su vida, y cree que el objetivo, el camino al éxito, es gustarles a los demás y tener mucho dinero.

Entonces ¿qué ocurre al no lograr sus objetivos? Desastre total.

Willy es un tipo bastante inseguro. Trata de sentirse bien a punta de mentiras, primero dirigidas a sí mismo, y luego a su familia. En este mundo de ilusión, Willy es un exitoso vendedor. Se disfraza en su profunda ansiedad e inseguridad con extrema arrogancia. Incapaz de mantener esta imagen de fortaleza, Willy se desespera y le ruega a las personas de éxito que lo rodean que lo guíen y lo apoyen. A pesar de sus esfuerzos, nos damos cuenta de que Willy Loman en realidad no es popular, no le gusta a la gente y no es bueno en su trabajo; de hecho jamás lo fue, y lo más seguro es que jamás lo será. Ya viejo, Willy no es competitivo, no puede pagar sus cuentas ni vender nada.

A pesar de que, evidentemente, Willy es incapaz de lograr sus (pobres) objetivos, se aferra a una creencia firme en el sueño americano y a la promesa de que cualquier persona atractiva y agradable puede lograrlo. Se ha engañado toda su vida y trata de vivir a expensas de su hijo Biff. Pero Biff descubre las mentiras de Willy cuando se entera de que su padre ha estado engañando a su madre. En vez de encarar la realidad, Willy intenta hacer como que nada pasó, y la espiral del fracaso se acelera.

Deseos de escape

Hablemos entonces de todos esos flashbacks. Parte de esta espiral tiene que ver con que Willy pierde la perspectiva de la realidad y el tiempo. Como su vida, bajo estos estándares, apesta, Willy escapa a un pasado que convenientemente nos da una información que necesitaban los lectores y la audiencia. La palabra “Escape” se convierte en el segundo nombre de Willy; nada diferente a su padre que abandonó a sus hijos cuando eran pequeños.

Todo esto del escape nos lleva a la amante de Willy. “La mujer” le da a Willy todo lo que necesita; un mundo alternativo mientras le sube el ego. Miller se asegura de que entendamos las razones de la aventura de Willy; si el lector/audiencia hubiera odiado a Willy por ser un imbécil infiel, no nos habría afectado su muerte. Pero la verdad es que no odiamos a Willy. Ni siquiera lo acusamos de infiel. ¿Por qué? Porque entendemos la psicología detrás de su aventura; simplemente trata de escapar.

La muerte de Willy

Lo que nos lleva, justo a tiempo, al final de la obra. Como ya sabemos, Willy se suicida, pero ¿por qué? Bueno, claramente Willy todavía albergaba esperanzas equivocadas de éxito para Biff. Parece que Willy prefirió matarse que aceptar el hecho de que realmente, honestamente, todo lo que su hijo quiere es andar sin camisa y sudoroso por un pajar del oeste medio estadounidense.

El punto es que Willy sigue engañado cuando se mata. Todos sabemos que el dinero no será usado en un negocio. Lo más triste de todo, es que Willy no lo sabe. Ese último engaño es casi peor que su propia muerte.

Y hablando de muertes, hablemos también del título de la obra. Willy siempre intentó ser el vendedor perfecto, y antes de matarse expresa el deseo de morir “la muerte de un vendedor”. Entonces llegamos a la pregunta del millón de dólares ¿muere como un vendedor?

Para responder esa pregunta, tenemos que preguntarnos ¿qué significa ser un vendedor en esta obra? Sabemos lo que significa en la mente de Willy (¿te suena la palabra “agradable”?), pero Charley señala algo interesante en el funeral: parte de ser un vendedor es tener un sueño. Parte de ser un vendedor es venderte a ti mismo. Bueno, ahí te lo dejamos.

Willy como un héroe trágico

Hamartia

Si ves a un Willy Loman sentado al frente de ti en un autobús, probablemente no lo veas como un héroe y si lo conoces, menos. De todas formas, Willy Loman es, en cierto modo, un héroe. Claro, no es un héroe como todos los demás, sino un héroe trágico. Los griegos antiguos fueron los primeros en escribir acerca de estas almas condenadas. El Edipo Rey de Sófocles es el mejor ejemplo, para Aristóteles al menos.

Pero ¿cómo es que este desgarbado viejo podría ser en la vida similar a los héroes de las tragedias griegas? Bueno, pequeños shmoopers, el uno y los otros comparten una cosita llamada hamartia. A menudo se traduce como “fallo trágico”, pero es más preciso decir “error sin conocimiento”.

Al igual que Edipo, Willy Loman va a través de su vida a ciegas, y no se da cuenta de su propia realidad. Willy se rehúsa a admitir que es un fracaso. Podrías decir que la personalidad delirante de Willy representa la idea de hamartia. Así mismo, como Edipo, y como casi todos los héroes trágicos, la hamartia de Willy le causa su muerte. Al final, el delirio de Willy lo lleva al suicidio.

Anagnórisis

Según Aristóteles, los héroes trágicos también tienen sus momentos de reconocimiento o anagnórisis. Se supone que este es el momento en el que el héroe se da cuenta de su terrible error y generalmente les duele muchísimo. En Edipo, lo vemos cuando se da cuenta de que mató a su padre, sin saber, y durmió con su madre (¡Ups!).

Podríamos decir que Willy tiene un pequeño momento de reconocimiento cerca del final de la obra. Jamás lo dice directamente, pero llega un punto –quizá cuando Howard le dispara- en el que tiene que darse cuenta de que jamás le irá bien en los negocios. Si no tuviera este momento de reconocimiento, entonces no hubiera decidido matarse para que Biff pudiera usar el dinero del seguro.

Sin embargo, aunque Willy tiene ese momento de lucidez hacia el final de la obra, dudamos si en realidad es anagnórisis. Willy definitivamente llega a su muerte en medio del autoengaño y el delirio. Incluso después de que Biff le dijera a su papá que él lo que quiere ser es un vaquero o algo así, Willy se niega a entender.

El lamentable vendedor se mata, pensando que Biff usará el dinero del seguro para comenzar un negocio. En el funeral queda dolorosamente claro que esto no ocurrirá, mostrándonos que Willy murió desconectado de la realidad. Sí, pareciera que, a diferencia de muchos héroes trágicos, Willy no tiene una anagnórisis importante.

Willy, el hombre común

Willy también es diferente a sus predecesores trágicos, porque no es de la realeza. Willy es simplemente un vendedor. No tiene poder real sobre el mundo y su muerte no le importa a mucha gente. A diferencia del legendario y poderoso Edipo, Willy es un don nadie. Pero ¿Por qué Arthur Miller escribe una tragedia acerca de un perfecto imbécil? ¿No se leyó el libro de Aristóteles o qué? Está difícil que no lo haya leído, seguramente se conocía ese libro de arriba a abajo. Resulta que el hecho de que Willy sea un ciudadano común, forma parte de lo que Miller quiere decir.

En el famoso ensayo de Arthur Miller La Tragedia del Hombre Común, el autor dice lo siguiente “Creo que el hombre común es tan susceptible de la tragedia en su más puro sentido como lo eran los reyes.” Miller va más allá al afirmar que no es que los antiguos reyes trágicos pertenecieran a una realeza lo que les hace conectar con los lectores modernos, sino que ellos comparten problemas que hoy reconocemos; como el fracaso, el miedo, las esperanzas.

Algunos críticos han dicho que la verdadera tragedia es imposible cuando el héroe es un hombre común. Lo dicen porque cuando un ciudadano de a pie fracasa nadie lo sufre, en cambio si fuera un rey mucha más gente sentiría dolor. Tienen razón, pero tenemos una pregunta: ¿el tamaño de la tragedia está realmente limitado a la obra? ¿No reconocemos en la vida de hombres comunes nuestros propios fracasos? ¿No vemos esos fracasos en la sociedad que nos rodea? ¿Por qué la vida de un hombre común no puede tener tamaño y significado?

Miller termina su ensayo diciendo “Es el momento, me parece, en el que nosotros, que no tenemos reyes, tomemos el brillante hilo de nuestra historia y dejemos que nos lleve hasta el único lugar posible a donde nos podría llevar en nuestra época: al corazón y al espíritu del hombre común.” En Arthur confiamos.