Fernanda del Carpio
Es una mujer que crece pensando que es la heredera de la corona de un reino de Latinoamérica. Vive sus días ahogada en la decepción y cumple estrictamente los preceptos de un cristianismo fanático que intenta imponer a todos los que la rodean.
Pura maldad
¿Cuál es la fuente de vileza en esta novela? Ocurren muchas cosas malas, algunas realmente espantosas, pero no hay muchos personajes a los que se les ocurran planes malévolos para hacer daño a los demás.
¿Quién debería formar parte de esa lista? José Arcadio Buendía, por matar a Prudencio Aguilar. Puede que Amaranta, por empujar a Pietro Crespi al suicidio. La compañía bananera, sin duda alguna, por masacrar a gente inocente, y quizás alguno más.
Lo que está claro es que en los primeros puestos estaría Fernanda, una mujer que ordena matar al novio de su hija, que envía a esta última a un convento y le dice a la familia que está muerta, y que después cría a un nieto al que odia y mantiene encerrado en la casa. No hay duda de que se trata de un plan a largo plazo, cuidadosamente trazado, cuyo objetivo no es otro que infligir la mayor cantidad de daño posible.
¿Merece nuestro perdón?
Lo cierto es que Fernanda no tiene la culpa de todo. No es fácil crecer totalmente convencida de que serás la reina de un país latinoamericano y acabar descubriendo que no era más que una gran mentira. Nadie sería capaz de mantenerse completamente cuerdo después de algo así.
Es posible que Fernanda creciera en el mismo tipo de prisión que ella acaba imponiendo a Aureliano (II). Imagina lo alejada que debieron tenerla sus padres del mundo exterior para poder mantener la mentira. Con el tiempo, pierde el juicio por completo y empieza a comunicarse con doctores invisibles que la operan de forma telepática.
¿Acaso se supone que debemos sentir lástima por Fernanda? ¿Qué debemos comprender los motivos por los que hace daño a los demás?