Úrsula Iguarán

Úrsula Iguarán

La matriarca de la familia, Úrsula, es una mujer de voluntad indómita y energía sin límites. Está al frente de la familia, cuida de la gigantesca casa, dirige un negocio y vive más de 150 años. Nada mal.

La reina de la colmena

Si hay alguien que sabe el significado del trabajo es esta mujer. Al menos tres veces durante la novela, Úrsula se repone, se sacude el polvo y restaura por completo el enorme hogar de los Buendía. En medio de estos arrebatos de actividad, se las arregla para cuidar de un millón de niños (¡prácticamente todos los que pasan por el lugar!), cocinar para la familia y hasta dirigir su negocio de dulces.

Puede que Úrsula sea lo más cercano que tenemos a un personaje puramente positivo. Es un torbellino que mantiene a todo el clan unido a pesar de la tendencia de los Buendía a huir hacia la soledad. Es racional y sensata, e intenta controlar la demencia que padecen todos los demás. Además, no la atormentan obsesiones absurdas, es mucho más práctica, juiciosa y consciente de sí misma.

Un ejemplo que nadie parece seguir

El hecho de que la tengamos como ejemplo hace que nos asombremos aún más cuando vemos lo vagas y apáticas que se vuelven las sucesivas generaciones de la familia Buendía. Debido a esto, podemos esclarecer el sentido que alcanza la repetición de la historia en el libro. La novela es circular, pero las generaciones posteriores no son simplemente una copia de las anteriores. Un mejor ejemplo sería una espiral descendente, como la rampa circular del Museo Guggenheim. Al igual que la rampa, la familia no hace más que descender, descender y descender (hacia la pereza, la estupidez y la desidia).

Jueza suplente

Dado que el narrador de Cien años de soledad no juzga a ninguno de los personajes, es posible que uno de los cometidos de Úrsula sea suplir esa carencia de comentarios sobre la conducta de los distintos miembros de la familia. Si bien no realiza ninguna observación explícita acerca de la locura del resto de su estirpe, su simple presencia recuerda que la normalidad y la cordura existen.