Baba

Baba el héroe

Es Rahim Kan quien otorga a Baba su "famoso apodo […], Toophan agha, señor Huracán" (3.2). En ocasiones, Baba parece intocable, inalcanzable, porque sobrepasa en altura a la mayoría de los hombres, y, como es lógico, a los niños como Amir. Se trata del hombre que luchó contra un oso, construye un orfanato y pronuncia dictámenes del estilo "solo existe un pecado, solo uno" (3.29). Su presencia física tan solo es comparable a su rectitud moral. (Bebe de vez en cuando y, en general, parece disfrutar de la vida, pero también cree profundamente en principios como el nang y el namoos, que, para aquellos que no tienen el diccionario de dari a mano, significan "honor" y "orgullo").

En América, Baba no cuenta con la influencia económica ni con la posición social de la que gozaba en Afganistán. Sin embargo, sigue haciendo cosas que no dejan indiferente a nadie. Por ejemplo, se niega a usar cupones de comida y a recibir tratamiento contra el cáncer. Su gentileza también sigue intacta. Esto lo comprobamos cuando gasta todos sus ahorros en la boda de Amir. Estamos ante un hombre de carácter tradicional y popular, que pasa por las hojas del libro con la misma fuerza que un oso por el sotobosque.
Dicho esto, Baba no tiene mucho que ofrecer a Amir como padre. Si actúas de forma distante y eres "tan importante", ¿cómo vas a tener una relación profunda y afectuosa con tu hijo? Respuesta: no la tienes. La distancia entre padre e hijo afecta mucho a Amir, y es una de las principales causas por las que traiciona a Hassan. Así es, la muy socorrida excusa de: "la culpa la tiene mi padre".

Baba el hombre

Conforme avanza la novela, Baba va pareciendo cada vez más "humano". Una de las mayores revelaciones del libro obliga a Amir a repasar sus recuerdos de Baba. Rahim Kan revela a Amir que su padre se acostó con Sanaubar, la esposa de Alí. Juntos engendraron a Hassan, pero Baba nunca confesó a Amir ni a Hassan que eran hermanos. ¿Qué hay de esas charlas en las que Baba afirmaba que no había más que un pecado? A ojos de Amir, Baba ya no es un dios que dicta mandamientos, sino un hombre que pecó y advierte a otros de no cometer el mismo error. Dicho de otra forma: Amir se da cuenta de que su padre es como él.

A Baba le cuesta adaptarse a la vida en California. Debe trabajar durante largas horas en la gasolinera, y Amir lo empieza a ver desde otra perspectiva; concretamente, bajo las brillantes luces fluorescentes de la estación de servicio tras doce horas de trabajo. Esta figura de salud de hierro y vitalidad acaba cediendo ante el agotamiento como todos los demás. Más tarde, se le diagnostica cáncer, y aunque lucha con todas sus fuerzas, la enfermedad hace mella en su cuerpo. Está delgado y pálido. Ya no es el hombre que hacía temblar el suelo cuando entraba en una sala. Ahora solo llama la atención debido a su grave enfermedad.

Asimismo, Baba empieza a suavizarse emocionalmente. En Fremont ofrece a Amir algo más que desaires y miradas distantes. Si bien empeora anímicamente a causa de su emigración a América y el trabajo, su relación con Amir se fortalece cada vez más. Aunque nunca se menciona de forma explícita, es posible que ambos se vean como iguales en vez de como dos personas unidas por lazos de sangre. (La mayor de las ironías es que Amir acabará pensando que su padre es igual que él: un traidor, mentiroso y lleno de imperfecciones). En uno de los pasajes más emotivos de la novela, Baba le dice a Amir cuando este acaba de graduarse de la escuela superior: "Estoy moftakhir [orgulloso]" (11.31). Semejante franqueza y amabilidad no son propias del Baba de Kabul.