El fabricante de ladrillos
El fabricante de ladrillos es otro trabajador inútil de la Estación Central. A pesar de su "nombre", no hace nada para hacerle justicia al título que lleva. Por su flojera y holgazanería, Marlow (un trabajador honesto) lo detesta. A menudo, se le llama el "espía del gerente" y, con disimulo, intenta obtener información de Marlow. A Marlow le molestan las extrañas insinuaciones y fingidas sonrisas del fabricante de ladrillos, sin saber por qué es objeto de tanta atención y adulación.
Al final, vemos que el fabricante de ladrillos simplemente está intentando ascender de posición en la Compañía. Como el director y su sobrino, también el fabricante de ladrillos es llevado por sus ambiciones. Sin embargo, a diferencia del director, el fabricante de ladrillos es adulador por naturaleza; no le importa besar algunas partes traseras si piensa que eso lo ayudará a subir de posición en la Compañía. No tiene problemas en halagar o hacer trampas para obtener lo que quiere. Sin embargo, cuando es desairado, se vuelve frío y cambia de objetivo. Al final se confiesa con Marlow, pero solo cuando sabe que éste no lo ayudará en sus planes.
El narrador siempre describe al fabricante de ladrillos con palabras diabólicas, incluyendo una "barba con púas y nariz de gancho", lo llama "Mefistófeles de papel maché" (por cierto, Mefistófeles fue el diablo en otra novela, en Fausto). Ciertamente, el hombre tiene varios atributos de Satán. Es la personificación de la holgazanería, la avaricia, la ambición y la marrullería. A diferencia de varios de los otros miembros de la Compañía, tiene una lengua de plata y la usa para tomar ventaja, como dicen, que lo hace el mismísimo demonio para hacer que sus víctimas caigan en el pecado.