La prometida

Es la prometida de Kurtz que se queda en Gran Bretaña mientras él viaja al interior de África para hacer fortuna. Es bella y a menudo se la relaciona con la luz y el cielo. Marlow se da cuenta de su inocencia y su idealismo en su conversación con ella; imaginando a Kurtz como un santo, que va a África para repartir bondad y civilización. Está completamente embobada con Kurtz y se cree la máxima autoridad en cuanto a él se refiere. Pero se hace dolorosamente obvio para nosotros que no sabe nada del verdadero Kurtz. En realidad, la chica habla desde una imagen inmensamente idealizada sobre este hombre.

La prometida no solo afirma la imagen que tiene Marlow de la mujer inocente, idealista e incauta, sino que también parece representar el deseo de los blancos europeos de mirar a otro lado en vez de ver la sangrienta realidad y la brutalidad del imperialismo, especialmente las injusticias sufridas por los nativos africanos. Como la prometida, el hombre blanco quiere creer en las características bondadosas y civilizadoras de los peregrinos que van al interior de África. Se regocijan en la ilusión de la universalidad del altruismo en la raza humana, y eligen ignorar las atrocidades de la realidad.

Además de su inocencia, la característica más distintiva de la prometida es su belleza, por la que Marlow queda impresionado la primera vez que la ve. Habría sido el orgullo de cualquier esposo. Así se habla de las mujeres en la novela, siempre bajo la mirada masculina. Su valor es medido por su belleza, su habilidad para ser esposas hermosas y silenciosas. Pero esto quizá no sea chovinismo; la necesidad del hombre de la belleza de una mujer quizá tenga algo que ver con la necesidad de tener una concepción de la belleza idealizada del mundo.