Clarisse McClellan
Clarisse es un bicho raro según los estándares por los que se rige este nuevo mundo. Le gusta la naturaleza, no le agrada la violencia ni la televisión, y no es de las que sociabiliza sin comprometerse. Le interesa todo lo extraño, y eso es precisamente lo que la atrae de Montag: no es un bombero típico. Le hace preguntas sobre su trabajo (¿Desde hace cuánto tiempo trabajas como bombero? ¿Por qué te dedicas a eso?); preguntas que nadie en su lugar estaría dispuesto a contestar.
Eso significa que Clarisse no trata de enseñarle nada a Montag, sino que intenta aprender de él. Lo que ocurre es que su despliegue de preguntas acaba con la paciencia de este bombero ya de por sí lleno de dudas. Clarisse nunca le dice a Montag lo que debe pensar; simplemente le hace ver que pensar es una opción. Lo invita a intentarlo, y él se deja llevar.
Después Clarisse muere (o eso creemos). ¿Y qué hay con eso? Es posible que en este mundo no haya cabida para alguien como ella. Es incompatible con su entorno, por lo que no le está permitido vivir. No conocemos todos los detalles de su desaparición, y al final de la novela tampoco se aclara nada. No obstante, no podemos evitar pensar en Clarisse cuando Granger habla de las huellas que su abuelo dejó en su mente. Incluso tras su muerte/desaparición, Clarisse sigue influyendo en Montag. Ella existe porque hizo que pensara de otra manera, mientras que la existencia de alguien como Mildred pasa prácticamente desapercibida.