Quién tiene la oportunidad de elegir
¿Qué cree Porcia de todo esto? Bien, no está para nada contenta:
¡Oh, qué palabra, qué palabra ésta: "escoger"! No puedo ni escoger a quien me agrade, ni rehusar a quien deteste; de tal modo está doblegada la voluntad de una hija viviente por la voluntad de un padre muerto. ¿No es duro, Nerissa, que no pueda ni escoger ni rehusar a nadie? (1.2.22–26)
Para Porcia, el sorteo es un símbolo del control de un padre difunto sobre el derecho de su hija a elegir su propio esposo. Fíjate en la repetición que Porcia hace de la palabra "escoger" tres veces en este fragmento. A lo largo de toda la escena, la palabra aparece no menos de diez veces, lo que recalca el hecho de que aquí Porcia no tiene elección (léase: poder).
Resulta que los padres (especialmente los papás) en el siglo XVI con frecuencia elegían a la persona con la que sus hijas se casarían, y vemos mucho de esto en Shakespeare. (En La fierecilla domada, por ejemplo, Bautista Minola le arregla el matrimonio a Catalina con Petruchio sin siquiera consultar a su hija).