El amor

“Llámame tan solo tu amante y recibiré un segundo bautismo” (2.2.4). Así se dirige, dulcemente, nuestro Romeo a Julieta sugiriéndole que su amor tiene el poder de hacerlo “renacer”. Pareciera que a cada rato Romeo comparara su amor por Julieta con una experiencia religiosa. Cuando se conocen, Romeo llama “santa” a Julieta e insinúa que en realidad podría “adorar” su cuerpo (1.5.2). No solo eso, la “mano” de Romeo sería “bendecida” si tocara a la divina Julieta (1.51). Eventualmente, Julieta se une a esta fatuidad de la “religión del amor” (una fatuidad que es solo una metáfora elaborada) y declara que Romeo es “el dios de [su] idolatría” (2.2.12). Nos imaginamos que es por esto que el director Baz Luhrmann atiborra de íconos religiosos su versión de Romeo y Julieta para el cine (1996). También recrea literalmente el bautismo de amor de Romeo, sumergiendo a Claire Danes y a Leonardo DiCaprio en una piscina.

Entonces ¿qué hay con toda esta comparación exagerada del amor y la religión? ¿Se volvieron locos estos muchachos? Bueno, lo primero que debemos saber es que Romeo y Julieta no inventaron la idea de que el amor es una experiencia sagrada, en realidad hay muchísimas referencias en la historia, siendo especialmente popular en la poesía cortesana medieval (aproximadamente desde los años 400 hasta los 1500. Notemos que Shakespeare escribió Romeo y Julieta a finales del siglo dieciséis).

También deberíamos decir que, aunque nos parezca ridículo y repetido, toda esta cháchara erótica acerca de “adoración” funciona a la hora de capturar la intensidad de estos dos jóvenes amantes, y refleja la pasión que se tienen. Seamos realistas; a veces el amor incontrolable pareciera ser delirante, aplastante y hasta sagrado (¿no has escuchado la canción “Just Like Heaven” de The Cure?). Sin embargo, al mismo tiempo, Shakespeare también pareciera decirnos algo acerca de los peligros potenciales que conlleva tener una relación tan extrema.