El rey Ródgar
Ródgar es el rey de los daneses en el momento que Beowulf llega a su tierra, listo para pelear contra el demonio Gréndel. Hace muchos años, Ródgar pagó dinero a los wilfingos para resolver una reyerta que tenían con Ekto, el padre de Beowulf. Como resultado, este siente que debe algo de lealtad a Ródgar.
Aunque Ródgar fue un poderoso guerrero en su época, en el momento en que tiene lugar la épica historia de Beowulf, es un rey viejo, incapaz de defender a su pueblo de Gréndel, el demonio depredador. Para colmo, también le falta un sucesor preparado: sus dos hijos, Rédrik y Ródmund, son aún demasiado jóvenes para tomar su puesto. Por eso, el rey Ródgar representa un problema serio para las tribus guerreras medievales de Escandinavia: la grave amenaza a toda una tribu que supone un rey que se ha vuelto demasiado débil, o cualquier tipo de vacío de poder.
Afortunadamente para Ródgar, tiene un salvador en Beowulf, quien está listo para ayudarlo derrotando a los demonios que asolan su tierra, pero es demasiado honrado para robarle el trono. Ahora bien, aunque Ródgar carece de la fuerza necesaria para proporcionar seguridad a su pueblo, sí que practica otra costumbre que lo ayuda a mantenerse en el poder: la entrega de anillos. Ródgar reparte recompensas con generosidad, entre ellas oro, armaduras, anillos y caballos, a los guerreros que lo apoyan, tanto daneses como gautas. De este modo puede comprar la lealtad, literalmente, aun si no la puede forzar en combate.