Espíritus

No se trata exactamente de Nick Casi Decapitado, de la Torre de Gryffindor, pero sin lugar a dudas, en Cumbres Borrascosas hay algunas figuras que persiguen a los seres humanos. No obstante, cabe destacar que los espíritus de Brontë son figuras ambiguas que pueden tener explicaciones lógicas en vez de sobrenaturales.

Veamos, por ejemplo, la aparición del espíritu de Catalina al principio. Esta figura paranormal de manos heladas que afirma que "veinte años han pasado desde que me perdí" (3.32) podría ser el simple producto de las pesadillas de Lockwood. Sin embargo, cuando Heathcliff le exige una explicación por la conmoción ocurrida en la cama de tablas (la cual, obviamente, cree que tuvo algo que ver con el espíritu de Catalina), Lockwood le responde que Cumbres Borrascosas está "poblada de trasgos y duendes" (3.40). Desde nuestro lugar de lectores, no discutimos esta interpretación porque Lockwood es el narrador, pero también podría ser que sus caracterizaciones sean completamente desacertadas, reflejo de sus propias presunciones y subjetividad, como cuando dijo que el espíritu de Catalina era una "endemoniada brujita" que tal vez quiso entrar por la ventana para estrangularlo. Además, dice de ella que "en cuanto a la Catalina Earnshaw, o Linton, o como se llamara, ¡buena pieza debía estar hecha! (3.42)".

Desde varios puntos de vista, los espíritus de Cumbres Borrascosas simbolizan la falta de cierre en las historias de amor. Heathcliff quiere creer en los espíritus y en la vida después de la muerte porque implicarían que Catalina seguirá estando cerca de él. Cuando ella muere, él le implora que lo persiga: "Hazlo, pues, sígueme, hasta que me enloquezcas" (16.24). Los espíritus de Brontë no son el recurso gótico novelístico común y corriente, pues tienen mucho más que ver con el romanticismo que con el mal. Puede que el supersticioso de José sea el único que ve a los espíritus como algo siniestro.

Al final de la novela, Elena Dean le dice a Lockwood que "los campesinos le contarían que el fantasma de Heathcliff se pasea por los contornos" y que aseguran haberlo visto "junto a la iglesia y en los pantanos, y hasta dentro de esta casa" (35.76). Estas aseveraciones pueden interpretarse de las dos formas: por un lado, el hecho de que los campesinos vean espíritus podría implicar que estos no son simples productos de la imaginación de Lockwood; por el otro, puede que los temerosos campesinos demuestren tener el mismo tipo de superstición que José. Hasta Elena, a quien le fascinan los melodramas, ve la existencia de espíritus con escepticismo. Cuando un muchachito del barrio asegura que "están Heathcliff y una mujer (…) y no me atrevo a pasar, porque quieren atraparme" (35.78), ella le dice a Lockwood que no vio a los espíritus con sus propios ojos y que el muchacho "seguramente iba pensando, mientras andaba a campo traviesa, en las tonterías que habría oído contar e imaginaría ver el fantasma" (35.79).

Entonces, ¿cuál es la conclusión respecto de los espíritus? Brontë lo deja en al aire, pero las persecuciones y los extraños acontecimientos son, en parte, lo que hacen que la novela sea tan cautivadora.