Mollie (una yegua)
Mollie aparenta ser una yegua estúpida, vana y materialista. Al comienzo del libro, llega tarde al discurso del viejo Mayor, y “…se colocó delante, coqueteando con sus blancas crines a fin de atraer la atención hacia los lazos rojos con que había sido trenzada” (1.4). Después, cuando los cerdos comienzan a llevar a cabo el mensaje del viejo Mayor, lo primero que Mollie pregunta es “¿habrá azúcar después de la rebelión?” (2.3). Y como si no se ridiculizara lo suficiente, lo siguiente que quiere saber es si podrá usar sus cintas en las crines.
Después de la rebelión, cuando los animales entran a la casa, pierden a Mollie. Cuando la encuentran, “había tomado un trozo de cinta azul de la mesa de tocador de la señora Jones y, apoyándola sobre el hombro, se estaba admirando en el espejo como una tonta” (2.18). No sorprende que cuando comienza el trabajo, Mollie a menudo llega tarde y se va temprano. No parece importarle quién está en el poder mientras pueda trabajar lo menos posible.
El comportamiento de Mollie sigue siendo igual hasta poco después de La batalla del establo de las vacas. Durante la batalla se esconde en su casilla, y cuando llega el invierno y las cosas comienzan a ponerse más difíciles debido al clima, “Mollie se había vuelto más y más conflictiva. Llegaba tarde al trabajo por las mañanas con el pretexto de que se había quedado dormida, quejándose de dolencias misteriosas, aun cuando su apetito era excelente” (3.1). Clover, eventualmente, ve a Mollie dejándose acariciar la nariz por un vecino, y poco después Clover y otros animales descubrieron azúcar escondida en su casilla. Al final, Mollie se escapa para ser cuidada por humanos.
Cuando Mollie se escapa, el narrador dice que “…ninguno de los animales volvió a mencionar a Mollie” (5.7). Mollie se convierte en el referente no solo de la deslealtad a la causa, sino también del simple hecho de que no todos prefieren la Granja Animal en vez de la Granja Manor. Mollie es tan adicta a los lujos simples que tenía en tiempos del Sr. Jones (azúcar y cintas) que no puede imaginar hacer sacrificios por un movimiento social, aun cuando, a largo plazo, resultara ser para su propio beneficio.
Mollie y la Rusia de Stalin
La vanidad de la yegua funciona como símbolo de la clase burguesa rusa, que no eran abiertamente desleales a los bolcheviques, pero contribuían muy poco a la revolución. Sin importar que muchos rusos fueran antibolcheviques y pelearan contra ellos en la Guerra Civil Rusa, la burguesía a menudo estaba suficientemente tranquila como para ignorar la ideología mientras no tuvieran que hacer sacrificios en su propio estilo de vida. Cuando se les pidió hacer sacrificios, muchos abandonaron la causa y se fueron a Occidente.