Bernard Marx

Bernard, Bernard… ¿qué pasó contigo, Bernard? Nos gustabas tanto cuando todo comenzó. Eras rebelde, inteligente, humano, y querías a Lenina para otras cosas aparte del sexo.

 De hecho, el personaje de Bernard es interesante por el cambio notable y completo que hace: de ser un héroe simpático a un detestable papanatas. Fíjate como empieza su personaje. En su primera cita con Lenina, de la que nos hablan en el capítulo 6, Bernard se niega a tomar soma alegando lo siguiente. “Prefiero ser yo mismo […]. Yo y desdichado, antes que cualquier otro y jocundo”. ¡Excelente! También es él quien hace la conexión entre sexo fácil y comportamiento infantil: “…ha de ser posible ser un adulto en todo momento”, se aventura a decir (una idea por la que luego es severamente castigado). Estas son las líneas que nos pone –al lector- del lado de Bernard. Él, básicamente, es quien defiende nuestras ideas y opiniones acerca de este mundo ficticio. 

Pero poco después de estas líneas de admirable integridad, comienza la transición de Bernard. En vez de sentirse orgulloso de su victoria individual, Bernard presume de ella ante Helmholtz. Su extravagante embellecimiento no cae muy bien al lector (“me limité a decirle que podía irse al Pasado sin fin, y salí del despacho”) y nos da la sensación de que la victoria de Bernard no fue tanto por integridad personal, sino más bien para presumir. 

Y en realidad, a partir de aquí, lo único que hace el personaje es caer. En el capítulo 6, parte 3, Bernard está preocupado por haber dejado abierto un grifo de colonia en la habitación del hotel. Está obsesionado con eso durante el discurso del alcalde. Al principio, esta escena nos parece demasiado bizarra; como lectores nos quedamos perplejos. Pero en vez de intentar analizar el profundísimo significado escondido detrás de un grifo de colonia, más bien pregúntate ¿qué te hace pensar todo esto de Bernard? Mientras el alcalde imparte información acerca de una cultura completamente extranjera –información por la que Bernard, más que cualquier otro, debería estar fascinado- Bernard está obsesionado con una preocupación superficial. Sus pensamientos –los leemos- son un poco triviales. Esta es la escena en donde nuestra lealtad emocional comienza a alejarse de Bernard. 

Claro, cuando Bernard decide exponer a John y a su madre al escrutinio únicamente para su chantaje, ya podemos decir que no nos gusta.

 Pero antes de juzgar demasiado, tenemos que admitir que muchas cosas parece que están predeterminadas. Recordemos que él está condicionado como muchos otros, así que su libertad está severamente limitada. Fíjate en el capítulo 6 cuando el director comienza a hablar del pasado. Bernard recuerda las sesiones de sueño que advierten sobre esto, y la narración nos dice que “aquel era uno de los tantos prejuicios hipnopédicos de los que Bernard (al menos eso creía) se había librado por completo”. Lo importante aquí son los paréntesis. Además, de alguna forma Bernard tiene un poco de mala suerte cuando se trata de lo físico: tiene retraso en su crecimiento. En un mundo donde las apariencias indican casta, la identidad de Bernard queda cuestionada y también su autoridad.

 Así que no nos cuesta demasiado darnos cuenta de que Bernard en realidad es un personaje interesado más en sobresalir socialmente que en definir su individualidad. Por eso, al momento de conectarse con el salvajismo como ticket hacia la popularidad, Bernard no duda en dejar atrás sus ambiciones de heterodoxia y rebelión.