Eduardo Linton
Básicamente, Eduardo es un tipo decente y fiel, lo cual a los efectos de la historia lo hace un poco aburrido. Es la antítesis de Heathcliff en esencia, aspecto y estatura: de "cabello rubio y la piel blanca" (7.41), viste bien, se porta bien y es rico. Vive una vida entre algodones en la Granja de los Tordos, así que en realidad no tiene mucho de qué preocuparse. En su primera aparición, lo vemos llorando por un perrito, lo cual naturalmente lo hace un gran bobo ante los ojos de Heathcliff. La actitud de Eduardo para con Heathcliff es de total superioridad.
Para Catalina, este muchacho de ojos azules es oro en polvo, pues representa la posibilidad de elevarse socialmente. Después de todo, es rico, caballero y magistrado, y está dispuesto a consentirla y adorarla. Pareciera que Eduardo tiene una vena masoquista, ya que se enamora perdidamente de Catalina cuando ella maltrata a los sirvientes como una mocosa insolente y le pega. Tal como lo señala Elena: "era tan capaz de irse como un gato lo es de dejar a medio matar un ratón o a medio devorar un jilguero" (8.87). ¡Aia!
Eduardo anda con mucho cuidado cuando está con Catalina, mientras que Heathcliff sigue obsesionándose con ella. Según Elena, "temía horrorosamente verla irritada" (10.13). Como es de esperar, a Catalina le termina molestando su paciencia, ya que lo ve como un pusilánime en comparación con la pasión feroz de su antagonista.
Al fin y al cabo, nos da la sensación de que Eduardo es comprensivo y compasivo, aunque también débil y un tanto ingenuo. El hecho de que deshereda a su hermana, Isabel, por casarse con Heathcliff no le ayuda a sumar puntos ante los ojos de los lectores, y nos resulta un poco bobalicón por creer que el matrimonio entre Cati y Linton Heathcliff puede funcionar de verdad.