Heathcliff

Heathcliff y su reputación

Olvídate de las cosas amorosas que has oído sobre el romanticismo de Heathcliff. Sí, claro, está enamorado de Catalina y su lealtad es indiscutible, pero este personaje tiene una vena de maldad grave. Brontë se luce más que nunca al describirlo, y su aspecto capta muchísima atención, tanto de ella como de los otros personajes. En varias encuestas ha sido elegido como el héroe literario más romántico, lo cual nos dice mucho sobre el tipo de hombres que nos gustan: torturados, taciturnos y obsesivos. Heathcliff personifica lo que en tipología literaria se conoce como héroe byroniano: un antihéroe oscuro y marginado (algo así como el señor Rochester de Jane Eyre o Edward Cullen de Crepúsculo). Es moreno, solitario y un poco demoníaco, pero sin duda, sexy.

Su infancia

Heathcliff ingresa a la familia Earnshaw como un huérfano pobre y enseguida se ve estigmatizado por cuestiones de origen. Lo caracterizan como diabólico y en la casa lo tratan con crueldad, refiriéndose a él como si fuera un objeto y no una persona. Habla en una "jerga ininteligible" y por su peculiar oscuridad lo califican de "gitanito", "niño malo", "villano" y "engendro de Satanás". Este tipo de maltrato no representa una mejora respecto de su niñez como chiquillo "hambriento y sin hogar", por lo que enseguida se vuelve producto de todo el maltrato y descuido. Siendo de otra raza, ni su familia adoptiva ni los habitantes de Gimmerton podrán ni querrán aceptarlo nunca. El hecho de que le pusieran el nombre del hijo de los Earnshaw que murió de niño confirma la impresión de que personifica a otro; de que se trata de un ser de otro mundo que toma el lugar de un niño humano. Además de ello, nunca le dan el apellido Earnshaw.

La llegada de Heathcliff se percibe como una amenaza directa a prácticamente todos, pero especialmente a Hindley. Como lo explica Elena Dean: "desde el principio, Heathcliff sembró en la casa semillas de discordia" (4.45). Las palabras de esta descripción sugieren algo, puesto que hay tanta inquietud en cuanto a su raza de origen (las semillas se asocian con el origen de algo). Siendo que vino de Liverpool (una ciudad portuaria donde hay muchos inmigrantes), es muy probable que Heathcliff sea de raza mixta. Algunos críticos opinan que es negro o árabe. ¿Será hijo ilegítimo del señor Earnshaw? De ser así, se entiende la extraña insistencia del padre en incorporarlo a la familia.

A la Inglaterra de la era victoriana le fascinaban los gitanos, que aparecen en novelas como Emma, de Jane Austen y Jane Eyre, de Charlotte Brontë, entre otras. Los gitanos, quienes se creía que provenían de Egipto (de ahí las letras "git" del término, que etimológicamente surgió del latín vulgar aegyptano o "egiptano"), eran objeto de discriminación, en parte porque su estilo de vida viajero los hacía un pueblo sin nación o tierra (como Heathcliff) y en parte porque eran de aspecto tan distinto al del típico anglosajón. En las novelas del siglo XIX, los gitanos suelen robar niños; nunca son los héroes (ni los antihéroes) de la novela. Por lo cual podemos concluir que Brontë nos hace confundir nuestras expectativas al respecto.

Su aspecto

Aunque el misterio del origen de Heathcliff nunca se resuelve, hay un sinfín de especulaciones y una total fascinación con su aspecto. El señor Earnshaw lo presenta a su nueva familia diciendo que "por lo negro que es, parece más bien un enviado del demonio" (4.45), y varios personajes le llaman "gitano".

Por su aspecto tan distinto, a Heathcliff se le hace imposible encajar entre esta gente. Su resolución de apoderarse de Cumbres Borrascosas y de la Granja proviene de su deseo de volverse amo a pesar de ser un extraño; desde el punto de vista económico, familiar y físico. En parte, la envidia que siente por el bien parecido Eduardo, de piel clarita, alimenta su ira por la elección de Catalina.

Durante sus tres años de ausencia, Heathcliff sufre una transformación física. Ya no es un niño sufrido de la calle, sino que, como lo explica Elena, se ha vuelto:

. . . un hombre, alto, atlético y bien constituido. Mi amo parecía un mozalbete a su lado. Viendo su erguido continente, se pensaba que debía haber servido en el ejército. Su semblante mostraba una expresión más firme y resuelta que el señor Linton, dejaba transparentar inteligencia y no conservaba huella alguna de su antigua inferioridad. En sus cejas fruncidas y en el negro fulgor de sus ojos persistía su naturaleza fiereza, pero refrenada […] (10.42)

Para cuando Lockwood lo conoce, Heathcliff sigue siendo moreno, desde luego, pero representa el estatus social que se ha ganado a lo largo de los últimos 25 años. Lockwood destaca que:

Heathcliff contrastaba mucho con el ambiente. Por lo moreno, parecía un gitano, pero tenía las maneras y la ropa de un hombre distinguido [. . .] (1.15)

En este momento de la historia de Heathcliff éste presenta una contradicción: su origen étnico genera un extraño contraste con su aspecto de jefe de la casa. Si bien adquiere la propiedad, nunca puede cambiar su aspecto y lo que significa desde el punto de vista social.

Heathcliff y la violencia

Heathcliff puede ser una bestia de verdad, lo cual se hace evidente en sus varias amenazas, sus actos de violencia y la asociación simbólica de ese par de perros revoltosos (Tragón y Espía, ¡qué nombres!). De cierta forma es el villano gótico más depravado que pueda existir, pero su complejidad emocional y el fondo de sus motivaciones y reacciones lo hacen mucho más que eso.

Muchas veces Healthcliff, recurre a la violencia como forma de expresión, tanto de amor como de odio. Habiendo sido maltratado por Hindley durante la mayor parte de su infancia, Heathcliff es la típica víctima que se convierte en criminal. Su ira se vincula con la venganza que busca con tanto ímpetu, pero también comete ciertos actos de violencia "extracurriculares", como colgar a la perra de Isabel Linton. Resulta muy poco creíble que pueda sentir compasión por ningún otro ser que no sea Catalina. Tal como lo relata Elena:

La cogió del brazo [Isabella], la arrojó de la habitación y al volver exclamó: – "No puedo ser compasivo, no puedo…Cuanto más veo retorcerse a los gusanos, más ansío aplastarlos, y cuanto más los pisoteo, más aumenta el dolor… " (14.41)

Este fragmento sintetiza perfectamente su actitud, consideremos que está hablando de su mujer. A su hijo, Linton, no lo trata mucho mejor que a ella. El constante estado enfermizo de Linton contrasta con el físico fuerte y saludable de su padre, y Heathcliff no le tiene ni un poco de tolerancia al muchacho.

Si bien Heathcliff expresa y a menudo ejerce violencia contra prácticamente todos los que viven en las dos casas, sería incapaz de lastimar a Catalina. Pero a pesar de ello, su amor por ella es violento en el sentido de que es apasionado en extremo y genera una actitud defensiva brutal. Cabe destacar que hacia el final de la novela le admite a Elena que ya no le interesa para nada la violencia, no tanto por haberse saciado sino por haberla superado. Como le explica:

"¡Que desenlace tan mezquino! ¿No es cierto? – Es una consecuencia bastante absurda de mis violentos esfuerzos. Después de que me proveo de herramientas suficientes para echar abajo las dos casas, y me entrego a unos trabajos casi hercúleos, resulta que me falta voluntad para consumar mi obra. He vencido a mis antiguos enemigos y ahora puedo, si quiero, redondear mi venganza en sus descendientes. Pero, ¿para qué? No me interesa, ya ni quiero molestarme en levantar la mano contra ellos." (34.44)

Heathcliff y Catalina

Los lectores recordarán con sumo dolor que Heathcliff deja a su amada Cati tras escucharla decir que casarse con él sería rebajarla. Ese momento duele en el corazón, porque si algo queda clarísimo, es el hecho de que Catalina es el alma gemela de Heathcliff y su única aliada contra el bruto de Hindley. En un sentido, su amor queda inmaduro, puesto que solo estuvieron "juntos" de pequeños. Los momentos de felicidad que tanto acecharán a Heathcliff durante el resto de su vida apenas tuvieron lugar en unas pocas páginas. Y muchos de ellos fueron un modo de escaparse de la violencia, como lo demuestra este recuerdo que relata el diario improvisado de Catalina:

"Hindley le sustituye muy mal y se porta atrozmente con Heathcliff. H. y yo vamos a tener que rebelarnos: esta tarde comenzaremos a hacerlo…" (3.6)

Y poco después:

"Entonces nosotros nos acomodamos, como Dios nos dio a entender, en el hueco que forma el aparador. Colgué nuestros delantales ante nosotros como si fueran cortina, pero apenas lo había hecho, cuando llegó José, deshizo mi obra y pegándome una bofetada y sermoneo:… " (3.8)

Sin ella, Heathcliff pasa de ser un héroe mítico a un bruto bien entrenado en un santiamén.

Heathcliff y Cati se ven perseguidos mutuamente; cada uno ve al otro como algo inseparable de su propio ser. Como Catalina le dice a Elena Dean:

"¡Elena, yo soy Heathcliff! Le tengo constantemente en mi pensamiento, aunque no siempre como una cosa agradable. Tampoco yo me agrado a mí misma. No hables más de separarnos porque eso es irrealizable." (9.101)

Esta confesión es una de las frases más famosas de la novela, pues expresa de una forma sumamente conmovedora la naturaleza del amor entre Heathcliff y Catalina: un amor que va más allá de lo físico y trasciende todo lo demás. Heathcliff le dice a Elena:

"Si miro al suelo, creo ver las facciones de ella grabadas en las baldosas. En los árboles y en las nubes, en todas las cosas durante el día y llenando el aire durante la noche, veo su imagen. ¡Creo verla en las más vulgares facciones de cada hombre y cada mujer, y hasta en mi propio rostro! El mundo es para mí una horrenda colección de recuerdos diciéndome que ella vivió y que la he perdido." (34.44)

Heathcliff y Cati se consideran una misma persona, lo cual resulta interesante dado el escándalo que hacen los demás por la "extraña" apariencia de Heathcliff: su tez morena y su baja clase social. A Cati no le importa ninguna de estas diferencias; su amor las vuelve insignificantes.

Pero esta cercanía también conlleva a uno de los problemas más grandes de la novela. Como Catalina considera a Heathcliff parte de sí misma, no ve su matrimonio con Eduardo como una separación del primero. Sin embargo, para Heathcliff, las almas gemelas deben estar juntas. La muerte de Catalina no hace más que aumentar su obsesión, y hasta llega al punto de pedirle al sepulturero que cave la tumba de Catalina para poder verla una vez más.

Si bien Heathcliff puede ser un bruto horrible, es fácil tenerle lástima. A fin de cuentas, encuentra al amor perfecto y ella se casa con un tipo como Eduardo. ¿Habrá querido Brontë que Heathcliff nos caiga tan bien como nos cae? Es difícil saberlo. La hermana de Emily, Charlotte, escribió que "Heathcliff queda, en efecto, sin poder redimirse; sin nunca jamás virar su inalterable rumbo a la perdición" (Charlotte Brontë, "Prólogo del editor a la nueva edición del libro en inglés, Wuthering Heights").