El señor Edward Rochester

El señor Edward Rochester

El sr. Rochester es de apariencia seria, con cejas pobladas, de facciones toscas, grosero, brusco, libidinoso, le dobla la edad a Jane, siempre está al punto máximo de la violencia, le gusta mandonear a la gente, mantiene a su esposa encerrada en el ático y fastidia a Jane al menos una vez hasta el llanto.

Y aquí está la parte que no tiene sentido: es por eso que él es lo máximo.

Puede ser que sea extremadamente feo. Puede ser una especie de patán. ¡Pero es real! Bueno, okey, no es real. Es un personaje en Jane Eyre. Pero sabes a lo que nos referimos: es un personaje que parece genuino y no un hombre joven buen mozo, pretencioso y creído que dice naturalmente todas las cosas adecuadas y no tiene una personalidad propia. Esta novela no tiene que ver con un comportamiento correcto: tiene que ver con pasión.

La bella y la bestia

Rochester es algo así como la historia de "La bella y la bestia". (Olvídate por un minuto de que Jane no es ninguna bella). Él tiene incluso una especie de melena desgreñada que hace que se vea un poco como la bestia, y al final de la novela, cuando se recluye en Ferndean para pasársela sintiendo lástima de él mismo, se le describe como una bestia o pájaro salvaje encadenado al que resulta peligroso acercarse en su deprimente infortunio ("Una fiera mutilada, un águila enjaulada a la que se hubiesen arrancado los ojos podrían dar una idea de la apariencia de aquel Sansón ciego"). (3.11.9).

Por su puesto, si Rochester es la Bestia, entonces Jane tendrá que hacer algo para amansarlo. En lugar de reprimirlo de una vez por todas, ella desarrolla pequeñas formas de manipularlo: irritarlo cuando se excita sexualmente para que él empiece a decir palabrotas en lugar de pegarle, como cuando se enfrentan por primera vez:

En presencia de extraños yo me manifestaba, como antes, deferente e impasible, y sólo en nuestras veladas a solas me permitía contrariarle y zaherirle. Cada tarde, a las siete en punto, enviaba a por mí y, cuando yo me presentaba, las dulces frases de "amor mío", "querida" y otras análogas estaban ausentes de sus labios. Las mejores que me dedicaba eran "muñeca deslenguada", "espíritu maligno", "bruja", "veleta", etc. En vez de caricias, me hacía muecas; en vez de apretarme la mano, me daba pellizcos; en vez de besarme, me aplicaba severos tirones de orejas. Pero yo prefería estas muestras de afecto a otras más íntimas.[…] Rochester afirmaba que yo le estaba quemando la sangre y me amenazaba con fieras venganzas en lo futuro. Pero me reía de sus amenazas, creía obrar con acierto y pensaba que después sabría obrar lo mismo, ya que si el procedimiento de ahora no resultaba adecuado después, otro se encontraría.

Mi tarea, sin embargo, no era fácil. Muchas veces hubiese preferido complacer a Rochester en vez de atormentarle. (2.9.171-172)

Hay más peligro en estas extrañas citas por la tarde que en cualquier otra situación. En ciertas partes, el lector se pone un poco nervioso de que Rochester sea demasiado salvaje o demasiado incapaz de controlar sus deseos. Admitimos sentir algo de miedo por lo que le puede pasar a Jane en algunos de esos momentos donde él la sujeta fuertemente de manera descontrolada.

Tal vez sea esa una razón por la que a Rochester se le compara en la novela a Barba Azul, el mítico hombre noble que vive en un ciclo de matrimonio y asesinato con una esposa después de la otra. También hay algo de Las mil y una noches aquí: en esas historias, hay una mujer llamada Scheherazade que ha venido inventándose historias para contarle al rey y así no ser decapitada por la mañana, tal como lo hizo con sus otras 3,000 esposas.

Esto es muy similar a la manera en la que Jane ha tenido que inventarse maneras para tomarle el pelo a Rochester y distraerlo día a día para que no… ¿qué? ¿pierda interés en ella? ¿pierda el control y la fuerce o incluso la viole? Ambas parecen ser posibilidades en diferentes ocasiones en la novela, a pesar de que Rochester dice luego que él nunca le hubiera hecho daño a Jane.

No queremos decir que esta es una relación saludable... pero parece que a Jane y a Rochester les gusta. Siempre están jugando con la dinámica del poder entre ellos: a Jane le gusta llamar a Rochester su "señor" y "servirlo", pero también queda claro que ella es más fuerte que él —tanto en lo emocional como en lo ético—, y que él (esta Bestia + Barba Azul + el chico ese, el Rey persa) la necesita desesperadamente.

¿Moral? ¿Ética? Por aquí tengo algo de eso. Busca debajo de los cojines del sofá.

A Rochester le gusta dar excusas: no es una mala persona por naturaleza. Él simplemente estaba en una verdadera mala situación con todo lo de Bertha. ¿Qué más le quedaba sino encerrarla en el desván y abrirse camino por Europa, ah? ¿Y qué se supone que tiene que hacer ahora que no puede obtener el divorcio? ¿Simplemente hacerse cargo de su esposa por el resto de su vida, considerando que él tiene de todas formas todo su dinero y que la mandó al otro lado del Atlántico lejos de amigos y familia que pudieron haberla ayudado? ¡Como si pudiera! Bigamia es claramente la única opción sensata, ¿no es cierto?

Jane es distinta a todas las demás mujeres anteriores en la vida de Rochester porque ella no va a dejar que él se salga con la suya con ese tipo de lógica falsa. Las explicaciones largas y sofisticadas de Rochester (léase: tontería) de por qué esta situación en particular necesita un tipo nuevo y diferente de moral no convencen a Jane en lo absoluto:

[sr. Rochester:] -Además, puesto que se me niega la felicidad, tengo derecho a gozar de los placeres que pueda encontrar en la vida; y así lo haré, cueste lo que cueste.

[Jane:] -Y se depravará cada vez más, señor.

[sr. Rochester:] -Puede ser. O acaso no, porque, ¿y si encuentro en esos placeres algo confortable y dulce, tan confortable y dulce como la miel silvestre que la abeja acumula entre los brezales?

[Jane:] -¡Qué amargo debe de ser eso!

[sr. Rochester:] -¿Qué sabe usted? […] -¿Quién habla de error ahora? ¿Quién puede decir si la idea que acude a la mente es un error o más bien una inspiración? ¡Ahora mismo siento una idea que me tienta! Y le aseguro que no es nada diabólica. Al menos, se presenta engalanada con las vestiduras luminosas de un ángel. ¿Cómo no admitir a un visitante que se introduce en el alma tan radiante de luz? (1.14.65-71)

Rochester hace dos conjeturas acerca de la ética aquí que son diferentes a las de Jane: 1) que algo debe estar bien y ser bueno simplemente porque es placentero, y 2) que los principios morales no son absolutos ni invariables sino que dependen de la situación de cada quien.

Jane no sabe lo que está pensando él a este punto, pero nosotros sí: que no podía estar mal para él involucrarse románticamente con ella porque él no tiene en realidad ningún romance existente en su vida y tener una relación con Jane sería muy bueno. Puede que Jane no esté convencida, pero tal vez el lector sí lo esté, sólo un poco.

Siempre estamos dispuestos a pasar por alto algunas de las faltas más saltantes de Rochester para satisfacer la pasión que él y Jane comparten. Esa es una de las cosas extrañas de la novela Jane Eyre con un lado moralista: a pesar de que Jane siempre traza la línea en la arena y mantiene sus principios, incluso el lector éticamente estricto de la era victoriana podría empezar a ver el motivo por el que las afirmaciones de Rochester acerca de la relatividad moral tienen algo de sentido.

Después de todo, él sí fue timado por su padre y su hermano cuando era joven y lo engañaron para que se casara con Bertha.

Cegado por el amor (y una casa en llamas)

No nos sorprende que Rochester se lastime en el fuego que destruye Thornfield Hall, pero tal vez resulta algo extraño que una de sus lesiones sea ceguera. Con un ojo arrancado y el otro inflamado, Rochester es más feo que nunca, y ahora no puede ver.

Nos gustaría poder decir que él puede ver: él "ve el error en su comportamiento", y eso es más o menos verdad. Por lo menos, Rochester dice que lo entiende:

Hice mal tratando de empañar la pureza de mi inocente flor, y el Omnipotente me lo impidió. [...]Pero la divina justicia prosiguió su curso y me fue preciso pasar por el valle sobre el que proyecta su sombra la muerte. El castigo ha sido justo y ha humillado mi orgullo para siempre. Yo, que me envanecía de mi fuerza, debo confiarme ahora a la guía de otro, como el más débil de los niños. Al fin, Jane, sólo al fin, comienzo a experimentar remordimiento y contrición y deseo de reconciliarme con mi Creador. Hasta rezo algunas veces: oraciones muy breves, sí, pero sinceras... (3.11.248)

Lo que Rochester parece comprender es que su intento de bigamia habría impactado negativamente a Jane ("ha mancillado mi inocente flor"). No piensa que lo ha impactado a él negativamente en el sentido moral, pero por lo menos es un comienzo.

En literatura, no todo lo que te deja ciego con su resplandor es oro. (Sentimos usar esa frase, pero no pudimos resistir). Puede que sepas la leyenda de Odín, el rey de los dioses nórdicos, que sacrifica uno de sus ojos a cambio de sabiduría. O tal vez sabes de Tiresias, un profeta griego que supuestamente se volvió ciego pero ganó la "visión interior". Lo que tratamos de decir es que existe una larga tradición mitológica y literaria de intercambiar visión física por visión metafórica, y la ceguera de Rochester se refiere a esa tradición. Pero no es un paralelo perfecto. Rochester parece estar más deprimido que iluminado.

Entonces, ¿qué significa que Rochester recobre la visión dos años luego de haberse casado con Jane? Tal vez cualquier tipo de sabiduría que obtuvo mientras estaba lidiando con ese mal rompimiento desaparece también y vuelve a sentirse con derecho al placer y a la felicidad. Tal vez simplemente quiere decir que necesitamos tener milagros al final de un romance para sentir realmente que tenemos ese clásico final feliz.