Adèle
Adèle es una estudiante de Jane en Thornfield, una pequeña niña francesa de casi diez años, hija de Céline Varens (una bailarina de ópera que era amante de Rochester). Ella es escalofriantemente precoz.
Más que nada, Adèle es una oportunidad para Jane de mostrar sus habilidades de enseñanza y su compasión. Cuando Jane la conoce por primera vez, Adèle solamente había estado en Inglaterra por pocos meses y nunca le habían pedido que estudiara o que se pusiera a trabajar. A ella solamente le importa la ropa y llamar la atención haciendo alarde de sus habilidades para el canto y el baile (lo que aprendió de su madre, por ende en su mayoría de estilo muy maduro e inadecuado para una niña). Esto le atribuye una sensación un tanto escalofriante de ser tipo Lolita , pero nunca se manifiesta totalmente.
¿Adèle Rochester?
No es claro si Adèle es en realidad la hija de Rochester. Las cosas sugieren que sí lo es: su madre dijo que lo era, Rochester se acostaba con Céline cuando Adèle fue concebida, y él se sintió en la obligación moral de cuidar de Adèle cuando su madre la abandonó. Las cosas que sugieren que no lo es: ambos, Rochester y Jane, piensan que Adèle no se parece o actúa para nada como él, y Céline estaba engañando a Rochester cuando Adèle fue concebida.
Lástima que no existiera la prueba de ADN en el siglo diecinueve. Necesitamos a Maury Povitch para averiguarlo.
Adèle sí crece y se desarrolla como personaje. Al final de la novela, Jane nos cuenta acerca de las múltiples etapas en la educación de Adèle, las cuales empiezan a parecerse mucho a la educación de Jane:
¿Verdad que no has olvidado a Adèle, lector? Yo tampoco. Escaso tiempo después de casados, pedí a Rochester que me dejase ir a visitarla al colegio donde se hallaba interna. Su inmensa alegría me conmovió mucho. Me pareció pálida y delgada, y me confesó que no era feliz. Yo descubrí que la disciplina del colegio era demasiado rígida y su programa de estudios demasiado abrumador para una niña de aquella edad. Me la llevé a casa, resuelta a ser su institutriz de nuevo, pero esto no resultó posible, porque todos mis cuidados los requería otra persona: mi marido. La instalé, pues, en otro colegio menos severo y más próximo, donde me era fácil visitarla a menudo y llevarla a casa de vez en cuando. Me preocupé de que no le faltase nada que pudiera contribuir a su bienestar, y así, pronto se sintió satisfecha y progresó en sus estudios. A medida que crecía, una sana educación inglesa corrigió en gran parte sus defectos franceses, y cuando salió del colegio hallé en ella una compañera agradable, dócil, de buen carácter y sólidos principios. (3.12.11)
Tal vez el ciclo está empezando otra vez: de la misma forma en la que Jane sufrió por la estricta disciplina y abandono en Lowood, Adèle tiene una experiencia similar en el internado que parece convertirla en una niña inglesa útil y de principios.